Es decir, el alma que ha aprendido esta lección del contentamiento eleva la vista a Dios en todas las cosas. No mira hacia abajo a los instrumentos o los medios, como que tal hombre lo hizo, que fue la irracionalidad o el uso bárbaro de tales o cuales instrumentos; sino que él mira a Dios. El corazón contento pone su vista en la voluntad de Dios y se somete a ella, es decir, él ve la sabiduría de Dios en todo. En su sumisión él ve Su soberanía, pero lo que lo hace deleitarse es la sabiduría de Dios. El Señor sabe cómo ordenar las cosas mejor que yo. El Señor ve más allá de lo que yo veo. Solo veo las cosas en este momento, pero el Señor ve un gran momento a partir de ahora. Y cómo lo sé, pues si no hubiera sido por esta aflicción, hubiera sido deshecho. Sé que el amor de Dios puede permanecer con una condición aflictiva como con una condición próspera. Hay razonamientos de este tipo en un espíritu contento, sometiéndose a la voluntad de Dios.