Salmo 38 Sufrimiento compuesto.

Salmos 38:1 Jehová, no me reprendas en tu furor, Ni me castigues en tu ira. 2 Porque tus saetas cayeron sobre mí, Y sobre mí ha descendido tu mano.

Aquí hay culpa verso 4, así como enfermedad verso 5. La enfermedad esta ligada al pecado del salmista de cierta forma, ya sea como el efecto físico de una conciencia torturada, como el resultado de un comportamiento insensato o como un mensajero enviado para humillar al salmista y llamar su atención por la forma en que esta viviendo. Esta enfermedad lo a aislado de sus amigos y le ha otorgado a sus enemigos una oportunidad para movilizarse en contra de él verso 11 y 12. Así que sufre de culpa, dolor físico e injusticia. El sufrimiento frecuentemente se presenta de forma tan compleja que la única solución es simplemente clamar a DIOS por perdón, protección y sanidad.

Los salmos son notables por describir con brutal honestidad los lamentos de quienes sufren. La biblia no dice nada acerca de que “el dolor es solo una ilusión, no permitas que te afecte,” o “si realmente crees con todo tu corazón, nada malo te sucederá.” Estos puntos de vista hacen de la voluntad humana la solución. Pero solamente DIOS puede restaurar un cuerpo o un alma y darles salud. Ninguna molécula de nuestro cuerpo ni ninguna facultad de nuestra alma realizan sus tareas si no es porque la mano de  DIOS nos sostiene. Si Él quita Su mano, así sea por un momento, nos enfrentamos a una realidad que muchas veces ignoramos: Sin Su ayuda, perecemos.

David no solamente admite su pecado, sino que esta turbado por él verso 18. Si solo confesamos pero no encontramos repugnante al pecado por como deshonra a DIOS y destruye a los demás el pecado mantendrá su poder sobre nosotros. Nos encontraremos cometiendo lo de nuevo. Ademas, David no solo busca un perdón legal, sino la restauración de la comunión con DIOS verso 21 y 22. Esto es posible porque DIOS es, para David, “DIOS mio,” el DIOS de gracia comprometido con él Éxodo 6:6-7. La profundidad de tal compromiso fue vista en las palabras de Aquel que exclamo: “DIOS mio, DIOS mio,” y fue desamparado para que nosotros pudiéramos ser perdonados.

Timothy Keller


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