Cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad.
JUAN 16:13
Una visión nueva y ampliada del Espíritu Santo marca una mente regenerada. Habiendo recibido el Espíritu Santo como vivificador, siente la necesidad de Él ahora como maestro, santificador, consolador y sellador. Como maestro, descubriéndole más del mal oculto del corazón, más conocimiento de Dios, de Su Palabra y de Su Hijo. Como santificador, llevando adelante la obra de la gracia en el alma, imprimiendo más profundamente en el corazón la imagen divina, y llevando cada pensamiento, sentimiento y palabra a la dulce, santa y filial obediencia a la ley de Jesús. Como consolador, conduciéndole a Cristo en la hora de su profunda prueba, consolando al desplegar la simpatía y la ternura de Jesús, y la extremada preciosidad y peculiar idoneidad de las muchas promesas con las que la palabra de verdad abunda para el consuelo de los afligidos del Señor. Como sellador, imprimiendo en su corazón el sentido del perdón, la aceptación y la adopción, y entrando Él mismo como las «arras de la herencia hasta la redención de la posesión adquirida» (Ef. 1:14). ¡Oh, qué vistas tan exaltadas tiene ahora del bendito y eterno Espíritu, de Su gloria personal, Su obra, Sus oficios, Sus influencias, Su amor, Su ternura y Su fidelidad! El oído está abierto al más suave susurro de Su voz; el corazón se expande a la más gentil impresión de Su influencia selladora y santificadora. Recordando que es «templo del Espíritu Santo», desea caminar así: con humildad, gentileza, vigilancia y oración. Evitando todo lo que «entristecería al Espíritu», renunciando a todo pecado conocido que lo deshonraría y haría que se retirara. El único objetivo de su vida es caminar de manera que agrade a Dios, para que «Dios sea glorificado en todas las cosas».