Hay algunos niños que, si ven un cuchillo, clamarán por este, porque no conocen su fuerza y porque no son capaces manejarlo. Pero ustedes saben que no son capaces de manejarlo y, por lo tanto, no se lo darán. Pero cuando llegan a tal entendimiento como para saber que no son capaces de manejarlo, no clamarán por este. Del mismo modo, no clamaríamos por tales cosas si sabemos que no somos capaces de manejarlas. Cuando se inquietan y se preocupan por lo que no tienen, puedo decirles como Cristo dijo: «Vosotros no sabéis de qué espíritu sois» (Lc. 9:55). Cuando estaban hablando sobre su extrema pobreza, Ecolampadio le dijo a Parillus: «No soy tan pobre, aunque he sido muy pobre, desearía ser más pobre; podría estar dispuesto a ser más pobre de lo que soy». Es como si hubiera dicho: «La verdad es que el Señor sabía lo que era más adecuado para mí, y sabía que mi propio corazón era tal que una condición pobre era más adecuada para mí que una condición rica». De la misma manera diríamos si conociéramos nuestros propios corazones, que tal y cual condición es mejor para mí que si hubiera sido de otro modo.