La verdad es que no solo los hombres impíos, sino que a veces los mismos santos de Dios encuentran los comienzos de esto cuando una aflicción permanece por un largo tiempo y es muy severa y pesada, y los golpea, por así decirlo, en la vena yugular. Encuentran en sus corazones una especie de levantamiento contra Dios, sus pensamientos comienzan a hervir y sus afectos comienzan a suscitarse en rebelión contra Dios mismo. Este es especialmente el caso con aquellos que además de sus corrupciones tienen una gran cantidad de melancolía. El diablo trabaja tanto sobre las corrupciones de sus corazones como sobre la afectación melancólica de sus cuerpos. Y aunque mucha gracia puede estar en el fondo, bajo la aflicción puede haber algunos levantamientos contra Dios mismo. Por lo tanto, la quietud cristiana se opone a todas estas cosas.