Estimada es a los ojos de Jehová la muerte de sus santos
SALMO 116:15
Es solemnemente cierto que hay un «tiempo para morir». ¡Ah, pensamiento que afecta: un «tiempo para morir»! Un tiempo en el que este conflicto mortal terminará, en el que este corazón dejará de sentir (insensible a la alegría o a la tristeza), en el que esta cabeza dejará de doler y estos ojos no llorarán más. Pero el mejor y más sagrado de todos: un tiempo en el que «esto corruptible se vista de incorrupción y esto mortal se vista de inmortalidad», y que «veremos a Cristo tal como es y seremos semejantes a Él» (1 Co. 15:53; 1 Jn. 3:2). Si esto es así, entonces, oh cristiano, ¿por qué este temor ansioso y tembloroso? El tiempo de tu muerte, con todas las circunstancias que la acompañan, está en la mano del Señor. Todo está señalado y dispuesto por Aquel que te ama y que te redimió: bondad, sabiduría y fidelidad infinitas que consultan tu mayor felicidad en cada circunstancia de tu partida. La enfermedad final no puede venir y el «último enemigo» no puede atacar hasta que Él lo ordene. Todo está en Su mano. Entonces, con calma y confianza, deja la escena final de la vida con Él. No puedes morir lejos de Jesús. Ya sea que tu espíritu emprenda su vuelo en casa o en el extranjero, entre extraños o amigos, por un proceso prolongado o por un golpe repentino, en la luz o en la oscuridad, Jesús estará contigo. Y sostenido con Su gracia y animado con Su presencia, exclamarás triunfalmente: «Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo; tu vara y tu cayado me infundirán aliento» (Sal. 23:4), dando tu testimonio moribundo de la fidelidad de Dios y la preciosidad de Sus promesas. Mi hora de morir está en tu mano, oh Señor, y allí la dejo tranquilamente.