Cristo les enseña qué grande y horrible mal es ser entregados a los deseos de sus corazones. Comprender esta lección es entender que esto es un mal sumamente espantoso —uno de los males más horrendos y temibles que puede sobrevenirle a cualquier hombre sobre la faz de la tierra— porque Dios lo entrega a los deseos de su corazón. Una vez que el alma entiende esto —y junto con esto (porque van juntas) el hecho de que los juicios espirituales son más terribles que cualquier juicio externo en el mundo—, comprender esto enseñará a todos a estar contento cuando Dios frustra sus deseos. Dicen que sus deseos están obstruidos, por lo que están descontentos, molestos e inquietos por ello. ¿Es esa su única miseria, que sus deseos están frustrados? No, no, están infinitamente equivocados. La mayor miseria de todas es que Dios los entregue a los deseos y concupiscencias de sus corazones, entregarlos a sus propios consejos.