La llenura de la Palabra con Cristo | Octavius Winslow

Escudriñad las Escrituras; porque a vosotros os parece que en ellas tenéis la vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí.
JUAN 5:39

La palabra de Dios está llena de Cristo. Él es el Sol de este sistema divino, la Fuente de su luz y belleza. Cada doctrina deriva su sustancia de Su persona, cada precepto su fuerza de Su obra, cada promesa su dulzura de Su amor. ¿No es de temer que en el estudio de las Escrituras sea una verdad muy olvidada que ellas testifican de Jesús? ¿No se leen, escudriñan y examinan con una mente muy poco atenta a aumentar su riqueza mediante un mayor conocimiento de Su persona, Su carácter y Su obra? Y así es como rebajamos el carácter de la Biblia. Podemos leerla como un mero registro no inspirado, podemos estudiarla como un libro de literatura humana. Su antigüedad puede interesarnos, su historia puede informarnos, su filosofía puede instruirnos, su poesía puede encantarnos. Y así, mientras rozamos la superficie de este Libro de libros, el glorioso Cristo, que es su sustancia, su tema, su dulzura, su valor ―y excepto para quienes no hubiera existido la Biblia― ha sido profunda y oscuramente velado a los ojos.

Pero el oficio del bendito y eterno Espíritu es tanto desplegar como glorificar a Jesús en la Palabra. Todo lo que aprendemos espiritual y salvíficamente de Él, a través de este medio revelado, es por la única enseñanza del Espíritu Santo, exponiendo esta palabra a la mente. Él muestra cómo todas las líneas luminosas de la verdad de las Escrituras emanan de Cristo, regresan a Él y se centran en Él; cómo todas las doctrinas exponen la gloria de Su persona; cómo todas las promesas están escritas con la sangre de Su corazón; y cómo todos los preceptos están encarnados en Su vida.


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