Juan 17:12 A los que me diste, yo los guardé…
En la oración intercesora el cual Jesús, en el ejercicio de Su oficio sacerdotal sobre la tierra, ofreció —la Regia Oración, de forma preeminente y enfáticamente la oración del Señor, un tipo de intercesión en nuestra representación en el interior del velo— Su cuidado de Su pueblo que es afirmado solemnemente, “a los que me diste, yo los guardé, y ninguno de ellos se perdió (Jn. 17:12).” Pero tú quizás contestarás, “¿No fue dado Judas a Jesús, y se perdió?” ¡Sin duda alguna! Y la respuesta a esto es, que Judas fue dado a Jesús como un discípulo, como un apóstol, como un ministro, pero no como un santo, ni para la salvación de su alma. ¡Que terrible imagen, y que solemne lección hace su historia al presente! Entendemos de esto que, no importa cuán lejos un profesor religioso, o un dirigente de la Iglesia, o un predicador del evangelio, distinguido por sus dones y utilidad pueda volverse; y sin embargo, ser totalmente destituido de la gracia transformadora de Dios, y morir así, “para irse a su propio lugar (Hch.1:25).” Oh Señor, “Sostén me, y seré salvo (Sal. 119:117).” “Preserva también a tu siervo de las soberbias; Que no se enseñoreen de mí (Sal. 19:13).” “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; Pruébame y conoce mis pensamientos; Y ve si hay en mí camino de perversidad, Y guíame en el camino eterno (Sal. 139:23-24).”
Pero el Señor es nuestro guarda. Él es un cuidador Divino. Solamente la Deidad podría cuidarnos de caer. El mismo poder que sostiene al universo sostiene a los santos, y ningún otro poder excepto este podría mantenerlos un momento. ¡Alma mía! el Salvador que te redimió y te llamó, te guarda; ¡y porque Él es Divino, tú eres divinamente guardado, guardado en todo momento, guardado para siempre! “Guardados por el poder de Dios mediante la fe, para alcanzar la salvación (1 Pe. 1:5).”
Octavius Winslow
El Señor mi porción.