Cuando estén descontentos, descubrirán la raíz de cualquier descontento si estudian bien sus corazones. Muchos hombres y mujeres están descontentos, y la verdad es que no saben por qué. Piensan que esto y lo otro es la causa. Pero un hombre o una mujer que conoce su propio corazón pronto descubrirá dónde radica la raíz de su descontento: «Esta yace en cierta corrupción y desorden de mi corazón, que por la misericordia de Dios ahora he encontrado». Es similar al caso de un niño pequeño que está muy rebelde en la casa, y cuando entra un extraño no sabe cuál es el problema. Tal vez le dará al niño un sonajero, una nuez o algo por el estilo para calmarlo, pero cuando llega la que lo cuida, ella conoce el temperamento y la disposición del niño y, por lo tanto, sabe cómo calmarlo. Así mismo es con esto. Cuando somos extraños a nuestros propios corazones, estamos grandemente descontentos y no sabemos cómo calmarnos a nosotros mismos, porque no sabemos dónde reside la inquietud.