¡Cómo nos molesta más cruelmente este león rugiente cuando nuestra Gloria y nuestra Fuerza se ha ido! Aunque en otros tiempos podíamos oponernos a su malicia, y decir con confianza: “Jehová que ha escogido a Jerusalén te reprenda” (Zc. 3:2). Ciertamente él es un espíritu conocedor y sutil. Conoce nuestra debilidad, ve nuestra aflicción, e insta incluso las mismas Escrituras y providencias de Dios sobre nosotros en nuestra desventaja, y eso con una maravillosa importunidad y diligencia. Nos dispara con dardos de fuego que son extremadamente dolorosos, y viene a dispararlos cuando sentimos el desagrado de Dios, lo que es como clavar un hierro caliente en una herida que ya está muy afectada. Al diablo le gusta oírnos gemir y vernos tristes, y se asegurará de echarnos más peso encima cuando ya estamos oprimidos por nuestros males.
