Dice el hombre cuya condición ha cambiado y que ha perdido sus posesiones: «Oh, si tuviera mis posesiones como las tenía con anterioridad, ¡cómo las usaría para Su gloria! Dios me hizo ver que no lo honraba con mis posesiones como debería haberlo hecho. ¡Oh, si las tuviera de nuevo, lo haría mejor que antes!» Pero esto puede ser solo una tentación. Deberías pensar más bien de la siguiente manera: «¿Qué requiere Dios de mí en la condición en que ahora me encuentro?» Debes esforzarte por llevar tu corazón a la quietud y el contentamiento al poner tu alma a trabajar en los deberes de tu condición actual. Y la verdad es que no sé nada más efectivo para calmar el alma cristiana y obtener contentamiento que esto: poner tu corazón a trabajar en los deberes de la mismísima condición presente en la que te encuentra ahora y considerar los pensamientos sobre otras condiciones como una tentación.