Cuídate de perder el favor de Dios con tu pereza III | Timothy Rogers

No pongas excusas para no trabajar duro, no utilices las demoras y esfuérzate de la manera más activa y celosa, para que puedas evitar tu propia aflicción. Porque el campo del perezoso está cubierto de espinas, las ortigas cubren su superficie, y la cerca de piedra está destruida (cf. Pr. 24:31). Estas espinas son los deseos malignos que brotarán por sí mismos sin ser sembrados y crecerán por sí mismos. Y entonces estarás expuesto sin defensa a todo invasor y a todas las aves de rapiña. Por tanto, considera lo que dijo Sym­mond: “Los deberes de la piedad no son solo una deuda para con Dios, sino una recompensa para nosotros. Y en nuestra pereza para con estos no solo hay infidelidad, sino ingratitud. Tanto la Majestad como la Misericordia de Dios son despreciadas”. Recuerda lo que la iglesia dice: “Por las noches busqué en mi lecho al que ama mi alma; lo busqué, y no lo hallé” (Cnt. 3:1). No lo encontró, porque buscó mal. No es de extrañar que no fuera bendecida con Su presencia, cuando lo buscó de manera tan perezosa. De ahí entonces que, después de esforzarse posteriormente, no se encontró con Él. Él castigó su anterior negligencia con una larga ausencia. No hubo ningún lugar que ella no visitó y ninguna persona a la que no preguntó, pero no oyó ninguna noticia de Él. El que sufrió en la cruz por ella podía justamente esperar que ella dejara su cama y renunciara a su tranquilidad por Él (cf. Cnt. 5:2-9).


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