Los consuelos del Espíritu de Dios no son únicamente los anticipos de esos consuelos eternos que tendrás en el Cielo, sino que cuando te sientas a tu mesa y te regocijas con tu esposa, hijos y amigos, puedes ver todo ello como un anticipo e incluso como un depósito grande de esa vida eterna para ti. Ahora bien, si esto es así, no es de extrañar que un cristiano esté contento, pero esto es un misterio para los impíos. Tengo lo que tengo del amor de Dios, lo tengo santificado por Dios, lo tengo sin costo de Dios por la compra de la sangre de Jesucristo y lo tengo como anticipo de esas misericordias eternas reservadas para mí, y en esto se regocija mi alma. Hay un rocío secreto de la bondad y la bendición de Dios sobre él en sus bienes que otros no tienen.