Hay otra cosa que muestra la dulzura que hay en lo poco que tienen los santos, por lo que llegan a tener contentamiento, mientras que otros no pueden, a saber: todo lo que tienen no es más que un depósito de toda la gloria que está reservada para ellos; Dios les ha dado ello como anticipo de esas misericordias eternas que el Señor pretende para ellos. Ahora bien, si a un hombre solo le dan doce peniques como depósito de una gran posesión que debe tener, ¿acaso no es eso mejor que si de otra manera le dieran cuarenta libras? Así que cada consuelo que los santos tienen en este mundo es un depósito para ellos de esas misericordias eternas que el Señor les ha provisto. Así como cada aflicción que tienen los impíos aquí no es más que el comienzo de los dolores y el anticipo de esas penas eternas que es probable que tengan en la otra vida en el infierno, así mismo cada consuelo que tienen los santos no es más que un anticipo de esas misericordias eternas que tendrán con Dios en Cielo.