Precioso don de Dios | Octavius Winslow

El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará también con él todas las cosas?

ROMANOS 8:32

Mira la cruz y contempla su precioso Don fijado en ella, y eso por Su propia mano, y por tus pecados. Luego, mira tus circunstancias actuales, examina tus necesidades, tus pruebas, tus castigos, tus duelos, tus tribulaciones que te hacen doler y quebrantar el corazón, y sabe que Dios sigue siendo amor. Si tiene un amor lo suficientemente fuerte y profundo como para entregarte a Jesús, para arrancarlo, por así decirlo, de Su seno y fijarlo en aquel árbol maldito por tus iniquidades, ¿no tiene suficiente amor para inclinar Su oído a tu clamor y Su corazón a tu dolor? ¿No te rescatará de esta dificultad, te librará de este problema, te protegerá en esta tentación, suplirá esta necesidad, te apoyará, socorrerá y consolará en este dolor? ¡Oh, sí, lo hará! ¡No lo dudes! La cruz del Calvario es una promesa permanente —hasta que el pecado y la culpa, la necesidad y la aflicción no se conozcan más— de que Dios, que «no escatimó a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, nos dará también con Él todas las cosas» necesarias para nuestro bien y que promueven Su gloria.


Deja un comentario