Malaquías 3:3 Y se sentará para afinar y limpiar la plata.
Es un pensamiento consolador saber que nuestra refinación está en las manos de Jesús —las manos que fueron perforadas por nosotros en la cruz. Señor, déjame siempre caer en Tus manos, sin importar si corriges, o reprendes, o matas, y no en las manos del hombre, porque numerosas y muy compasivas son tus misericordias. ¡Alma mía! Vuestro afinador y purificador es Jesús. Jesús forma todas tus pruebas; Jesús envía todas tus aflicciones; Jesús mezcla todos tus dolores; Jesús conforma y equilibra todas las nubes de tu peregrinaje; Jesús prepara y calienta el horno que te refina como plata y te purifica como oro. Entonces, ¡Oh alma mía! No temas al cuchillo que te hiere, a la llama que te quema, la nube que te oscurece, a las olas que se levantan sobre ti —Jesús está en todo esto, y tú estas tan seguro como si hubieses alcanzado el ambiente dichoso, donde la vid no necesita poda, y el mineral no necesita purificarse, donde el cielo nunca es oscurecido, y sobre cuyas arenas de oro no hay tormentas de adversidad que alguna vez soplan u olas de dolor que alguna vez se rompan.
Y, Oh alma mía, cuanta necesidad profunda hay de esta refinación y purificación del Señor. ¡Cuánta corrupción interior, cuánta carnalidad, cuánta mundanería, cuánto egoísmo, cuánta idolatría hacia la criatura, cuánta incredulidad que deshonra a Dios, imperativamente demanda la búsqueda del llameante y purificador fuego del horno de Cristo! Y el fin de todo esto es —para que tu pecado sea quitado, y te hagas participe de la santidad Divina.
Octavius Winslow
Él Señor mi porción.