Si un hombre tuviera el poder que tuvo Cristo, cuando se llenaron las vasijas de agua, podría con una sola palabra convertir el agua en vino. Si tú que no tienes nada más que agua para beber, tuvieras el poder de convertirlo en vino, entonces podrías estar contento. Ciertamente el cristiano ha recibido este poder de Dios para obrar milagrosamente de esta manera. La naturaleza de la gracia está en convertir el agua en vino, es decir, convertir el agua de tu aflicción en el vino del consuelo celestial. Si entiendes esto de una manera carnal, sé que será ridículo que un ministro te hable así, y muchas personas carnales están listas para hacer ridículas tales expresiones como estas, entendiéndolas de una manera carnal. Esto es como Nicodemo, en Juan 3:3: «¡Qué! ¿Cómo puede un hombre nacer siendo viejo? ¿Puede acaso entrar por segunda vez en el vientre de su madre, y nacer?» Entonces, cuando hablamos que la gracia puede convertir el agua en vino, convertir la pobreza en riqueza, hacer de la pobreza un comercio lucrativo, el corazón carnal dice lo siguiente: «Déjenlos comerciar de esa forma si quieren, déjenlos que tengan agua para beber y ver si pueden convertirlo en vino». ¡Oh, ten cuidado, no hables con desprecio de los caminos de Dios! La gracia tiene el poder de convertir las aflicciones en misericordias. Dos hombres pueden tener la misma aflicción, para uno será como hiel y ajenjo, pero para el otro será como vino, miel, deleite, gozo, provecho y riqueza. Este es el misterio del contentamiento, no tanto en eliminar el mal como en metamorfosear el mal, convertir el mal en algo bueno.