Viviendo siempre para interceder por ellos.
HEBREOS 7:25
Cuán dulce y consoladora es para el creyente esta visión de nuestro exaltado Emanuel en la hora de aflicción, cuando está confinado en su cámara de soledad o está languideciendo en su lecho de «enfermedad aflictiva». Quizás esté demasiado absorto en el dolor para dar expresión a su espíritu angustiado en la oración, su estructura corporal tan debilitada por la enfermedad y atormentada por el dolor como para hacer que la mente sea incapaz de un pensamiento espiritual cercano y conectado, pero ¡oh, qué dulce es entonces la intercesión de Jesús, al saber que, en la hora de la situación crítica del alma, cuando la simpatía humana y el poder se agotan, «Jesús ha entrado en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante la presencia de Dios» para su hijo que sufre! Y cuando toda declaración ha fallado en la tierra, el corazón está roto y los labios están sellados, entonces mira hacia arriba y ve a nuestro Hermano mayor, el Hermano nacido para nuestra adversidad, el Sumo Sacerdote exaltado, agitando el incensario de oro ante el trono, mientras la nube de su mérito expiatorio sube ante el propiciatorio, haciendo que ascienda la persona, el nombre, las circunstancias y las necesidades del que sufre abajo. Precioso evangelio, que abre al ojo de la fe una perspectiva tan dulce como esta. Cuando no puedes pensar en Él, alma afligida, Él está pensando en ti. Cuando no puedes orar a Él, Él está orando por ti, pues «Él vive siempre para interceder».