Todo el que hace justicia es nacido de él.
1 JUAN 2:29
La santidad negativa —la abstención de los pecados externos— no siempre describe a un alma regenerada. Asociada a esta debe estar la evidencia positiva: «Todo el que hace justicia es nacido de él». Donde hay vida, hay acción, movimiento, energía. La vida de un hombre regenerado es una vida de la más alta actividad. Los principios que influyen en él son divinos y celestiales; su tendencia es a la acción santa. Cuanto más nos parezcamos a Cristo «en justicia y santidad verdadera», más fuerte será la evidencia para nosotros mismos y para los demás de que hemos nacido de nuevo. Poseemos de manera profesada y —si no nos engañamos— de manera real la vida de Cristo. Esa vida es santa en su tendencia y vigorosa en su actuación. El alma renovada anhela la santidad. Anhela la conformidad divina. No descansa en el mero anhelo; se levanta y trabaja por la bendición: «Ocupaos en vuestra salvación con temor y temblor» (Fil. 2:12). Utiliza con oración y diligencia los medios que el Señor de la santificación le ha dado para alcanzar la santidad; es activo en su búsqueda de la bendición.