1 Corintios 7:10 Pero los que están unidos en matrimonio, mando, no yo, sino el Señor: Que la mujer no se separe del marido
El matrimonio, una de las etapas que muchos vivimos, algo que Dios ha establecido desde la creación del mundo con los primeros humanos que serían Adán y Eva, algo hermoso que Dios ha dado a la humanidad y que se disfruta, hombre y mujer unidos con un pacto juramentado y que Dios mismo es Él que lo ha ofrecido, simplemente bello y bueno. Pero, existe el desagrado del matrimonio y es que cuando se da ruptura del mismo, el disfrute y gozo entre ambos se desvanece, la comunión natural entre esposos se obstruye, no hay más expresión de amor entre ambos. Se da el caso de que los que antes estaban unidos simplemente decidieron romper el pacto y compromisos adquiridos cuando estaban jurando ante DIOS. Su estatus comienza a ser poco aceptable, aunque después se diga que se acostumbra.
Antes de que se produzca el divorcio se da cierto estilo de vida entre los matrimonios y es que pareciera no existir nadie en la casa donde habitan ambos y cuando hay oportunidad de conversar se cae en el error de las discusiones que habitualmente llevan más a la ira y el descontento entre los cónyuges, predomina la mayoría del tiempo los pleitos, las diferencias y entre muchas otras cosas. Y por estas razones se llega al consenso del divorcio, una de las peores decisiones del ser humano, la destrucción de la unión es algo que no tiene comparación.
Para nuestros tiempos el divorcio es algo que en la actualidad es tan común y corriente.
El divorcio es algo que se desea cuando en un matrimonio hay muchas diferencias, discusiones, o altercados, no hay amor entre esposos, la comunión entre ambos por lo normal es expresada con odio, independientemente de los sucesos o razones.
Antes del divorcio, la falta de fraternidad entre los individuos abunda, al igual que el interés por cada uno, ese aprecio que Dios demanda tener se ausenta completamente, el sentido de odio es el ambiente primordial en el hogar, un matrimonio sin Dios como cabeza que los guía a ambos nunca tendrá paz, la dirección de Dios es crucial. Reflexionar en la orientación de Dios ayudará en una diferencia, recordar que se nos pide evitar en extremo el malhumor, independientemente de las razones que existan, el hombre como la mujer no deben de indisponerse en su relación.
Los varones deben reconocer que Dios ha dado una ayuda idónea, varones seamos amables con nuestras esposas, no las tratemos como lo peor de todo, no es válido hacerlas sentir como algo que estorba o molesta. Apoyémonos mutuamente para que a los ojos de Dios sea un matrimonio agradable, ¡amor mutuo que glorifique a Dios! No se separen sino que más bien prosperen juntos y que logren ser familias con gozo con la ayuda de Dios y no familias en duelo. Que la gracia de nuestro Señor Jesucristo este para con todos ustedes, y el Espíritu Santo les ayude a avanzar para la gloria de Dios, Amén.