La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén.
2 CORINTIOS 13:14
La doctrina de la Trinidad es para el cristiano la llave de la Biblia. El Espíritu imparte la habilidad para usarla. Y cuando se usa el poder abre esta arcada divina de misterios y abre todas las puertas del santuario bendito de la verdad. Pero es a la luz de la salvación que su idoneidad y belleza se muestran de forma más distintiva: la salvación en la que Jehová aparece tan inimitablemente glorioso, tan semejante a Él mismo. El amor del Padre se muestra al «enviar» a Su Hijo, el amor del Hijo al «emprender» la obra, y el amor del Espíritu Santo al «aplicar» la obra. ¡Oh, es deleitoso ver cómo, para resolver el gran problema de la redención del hombre, de esta manera las tres Personas divinas se involucraron profundamente! ¿De cuál de ellos podríamos haber prescindido? Todos eran necesarios. Y si uno hubiera faltado, nuestra salvación habría sido incompleta y nos habríamos perdido eternamente. Para llevar a la gloria a la iglesia, de esta manera han salvado, las tres Personas santas están solemnemente comprometidas. Y en el asunto de la oración, qué sustento para la fe y qué tranquilidad para la mente cuando podemos abrazar a los benditos Tres en Uno en nuestras peticiones ascendentes. «Porque por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre» (Ef. 2:18).