Ya sabes lo que Cristo le dijo a Marta: «¡Oh, Marta, te afanas con muchas cosas, pero hay solo una cosa necesaria!» (Lc. 10:41-42). Antes el alma buscaba esto y aquello, pero ahora dice: «Realmente veo que no es necesario que yo sea rico, pero sí es necesario que tenga paz para con Dios. No es necesario que viva una vida placentera en este mundo, pero es absolutamente necesario que tenga mi pecado perdonado. No es necesario que tenga honor y ascenso, pero es necesario que tenga a Dios como mi porción y que tenga mi parte en Jesucristo. Es necesario que mi alma sea salva en el día de Jesucristo (cf. 1 Co. 5:5). Ciertamente las otras cosas son muy buenas, y me alegraría si Dios me las diera —una buena casa, ganancias, ropas y beneficios para mi esposa e hijos: estas son cosas confortables—, pero no son las cosas necesarias. Puedo tener estas cosas y, sin embargo, perecer para siempre. Pero lo otro es absolutamente necesario. No importa cuán pobre sea, puedo tener lo que es absolutamente necesario». De esta manera Cristo instruye al alma.