Salmos 22:1 Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?
Desesperado y angustiado se muestra el salmista, desamparado o abandonado y agrega que el SEÑOR no llega a salvarle. Con lo cual concluye que DIOS mismo está lejos de su clamor de auxilio.
Las situaciones que nos agobian o derrumban pueden llegar a lograr que nos sintamos abandonados y, en circunstancias así es difícil clamar con claridad; porque las dificultades logran parecernos enormes e imposibles de afrontar. Pero observemos bien y con cautela el ejemplo en las escrituras ¿el salmista en su plena desesperación a quien acude y clama? Su clamor es ante un DIOS que no está ausente aun si eso mismo pareciera ¡clamemos sin temor al SEÑOR, aunque DIOS no parezca estar presente!